lunes, julio 30, 2007

El lugar tiene nueve pisos. Uno igual al otro. Y hay ocho más iguales a mi, uno en cada piso. Iguales. Son yo, pero en otro piso. Es por eso que no vale la pena aclarar qué yo de qué piso soy yo.
Yo estoy tirado en el piso envuelto en una penumbra como de galpón iluminado por las débiles luces callejeras de mercurio, al igual que yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo y yo.
Abro los ojos despacito y todos abren los ojos despacito, los abrimos, despacito. Reconozco mi cachete contra el piso, y todos reconocemos nuestros cachetes contra el cemento frío. Planto mi palma sobre el cemento frío y lleno de polvo, y todos hacen lo mismo, todos hacemos eso sobre el cemento lleno de polvo.
Luego me paro y todos se paran, nos paramos todos, a la vez.
Todos damos un primer paso con cierto mareo. Algo nos pasó, y ahora algo nos pasa: estamos mareados. Tocamos nuestro chichón y nuestros brazos se arquean tocando la cabeza como en una coreografía inconexa espacialmente. Inconexa, espacialmente digo, decimos, todos.
Todos nuestros chichones tienen la forma de la provincia de Catamarca. Un chichón es un chichón, pero un chichón que es nueve chichones, qué? Qué es?
Hay uno de nosotros cuyo chichón parece haber anexado un minúsculo fragmento del Chaco a su morfología Catamarqueña.
Ese tarda una milésima de segundo más que el resto en reconocer la superficie completa del chichón.
El espacio modifica al tiempo, la materia modifica el devenir.
Y ese, el del chichón levemente deforme, evoluciona en cosas muy distintas al resto.
Luego de dos años, ocho de nosotros estamos trabajando en la remisería. Ocho de nosotros tenemos una afección en el tracto urinario. Ocho de nosotros vivimos bien, comemos asado seguido, y nuestra esposa nos gusta razonablemente. Por supuesto, ocho de nosotros hemos logrado salir del galpón sin ser vistos dos años atrás.
El otro, el del chichón distinto, no se sabe. Creemos que al momento de abrir la puerta fue oído por el guachín de guardia, que justo una fracción de segundo antes se había despertado. Y creemos que, por culpa de ese cachito de Chaco, ya no está entre nosotros.
Que en paz descanse el noveno yo.

5 comentarios:

Words Unspoken dijo...

octillizos? mutantes? clones?
No conteste me gusta la intriga.


B

Rubia Lulú dijo...

y anónimo? no lo invitaron?

Anónimo dijo...

Acá está anónimo! no me extrañen! jeje
Dos cosas:

cosa 1 - al final sí era importante el piso, porque el del piso en el que estaba el del chichón chaqueño no la contó ¿habrá tardado más en revisar su chichón y eso sólo hizo la diferencia entre la vida y la muerte?

cosa 2 - si dos vos de distintos pisos se encuentran ¿qué pasa? ¿pasará uno de esos fenómenos que dice el doc emet brown sobre el universo y su paradoja espacio temporal? ¿o simplemente le saldrá hemorroides a uno y un grano al otro, forzando de esta manera la divergencia entre vos y vos, que después de la hemorroide y el grano son dos, por lo que no sos más vos (ni vos), sos otros dos, que no son vos?

Ano-nimo

Words Unspoken dijo...

Lo bueno de sus post es el dolor de cabeza que dejan, como cuando uno lee Un Mundo Feliz y piensa "fuck, y si a mi de pendejo me endilgaron todas esas porquerías y mientras dormía me repentían "serás una pelotuda a cuerda" y por eso quedé así?"
T.

Rubia Lulú dijo...

Invoqué a anónimo.
Aquí encontramos otra virtud de Lulú.