jueves, diciembre 18, 2008

el peor enemigo es la propia cabeza.

martes, diciembre 16, 2008

Hay días que me dan ganas de tomarme un bondi hasta bien lejos a algún lugar donde haya piedras bien filosas y pararme frente a un paredón mala onda y correr con la cabeza para adelante con toda la furia y partimela en tantos pedazos que no los junta nadie ni con cucharita. fuck the world.

lunes, diciembre 15, 2008

Abría los ojos al despertarse. La negra noche de todos los días. Ese dolor de cabeza de siempre, siempre ahí. Más fuerte al despertar y antes de cenar. Menos tirando al mediodía y antes de acostarse. Pero siempre, siempre ahí. Es que nunca había podido desarrollar la capacidad de mantener sus ojos quietos. Nunca los había usado para nada, por lo tanto, todos los músculos que controlaban los delicados movimientos oculares carecían de fuerza y control. Entonces, sus ojos se movían caprichosamente, como cuando se llega a esa etapa profunda del sueño, en la que estos se mueven siguiendo la vertiginosa acción de un sueño. Y es por eso que él, desde su negra noche de todos los días, de algún modo veía. Por ejemplo, llegaba al cajero automático y lo reconocía con las manos. Una caja metálica con botones y ranura. Entonces el cajero lo saludaba, con sus bips y sus traca tracs, y luego se transformaba en una palmera agitada por el viento, con una culebra verde y negra descansando sobre una de sus hojas. Mientras retiraba el dinero, charlaba con esta solitaria culebra, que le soltaba dos o tres verdades metafísicas antes de darle el tiquet y preguntarle si deseaba realizar otra operación. 

Otras veces comenzaba bajando por la escalera del subte, y en seguida se encontraba rodeado por una garganta profunda, de largo aliento cálido. Un canto lírico provenía desde abajo, entonando unas estrofas en húngaro. El aliento de la garganta se iba haciendo cada vez más húmedo y selvático. Aquella vez sintió, mientras llegaba casi al primer pasillo de túneles subterráneos, que el dolor de cabeza aumentaba y que el movimiento de sus ojos se hacía cada vez más violento. Siguió caminando y llegó hasta el andén, que él reconocía como el fin de la garganta y el comienzo del abismo digestivo. Los ojos se movían violentamente dentro de sus órbitas y unas imágenes indescriptibles de infiernos y paraísos aparecían delante de él. El sonido de una lombriz solitaria acercándose invadió toda su cabeza. Repentinamente, sus ojos se movieron demasiado y salieron disparados hacia la negra noche. Él, finalmente ciego, ciego definitivamente, ya sin ojos de ningún tipo, decidió dejarse devorar por la violenta lombriz que recorre los intestinos de la ciudad.
Ahora si, la noche fue negra, definitivamente negra, pues sus ojos no volvieron a abrirse y no volvieron a mirar, de ninguno de los modos posibles.

sábado, diciembre 06, 2008

Soy de esos violentos que se violentan hacia adentro. Y violentan su hígado, y violentan su corazón y sus pulmones. Guardo tantas trompadas en esta garganta, pobre garganta, y tantos gritos. Yo lo se. Lo se. Yo conozco mi final. Yo se de que me voy a morir. Lo se desde el 15 de marzo del 2003. Año de muerte.

miércoles, diciembre 03, 2008

En muchos sentidos, un árbol es un objeto simétrico. Sobre todo si se establece el corte al nivel de la tierra. En la superficie, las ramas se estiran para acercar las hojas al sol, y de ese modo absorver la energía necesaria para llevar adelante el proceso de fotosínteses, es decir la digestión. Debajo de la superficie sucede lo mismo. Las ramas (raíces) se estiran para llegar al alimento. Un árbol, en términos esenciales, es lo mismo arriba y abajo de la tierra o, en todo caso, se repite con variaciones insignificantes. 
Pero existe un árbol que presenta una anomalía flagrante. 
En un lugar perdido de Florida Oeste, que ya de por sí es un lugar perdido, hay un árbol. En un jardín perdido de Florida Oeste, un triste jardín al que no va nadie, hay un árbol asimétrico en el eje horizontal. Y la asimetría se encuentra en lo que este árbol oculta.
Si se entra al jardín de día se lo puede ver bien al fondo, apoyado contra la pared medianera. Si se entra al jardín de noche no se lo puede ver, porque es de noche. De día, pues, es un árbol bastante común. Un poco doblado por el propio peso de su descuidada copa, pero eso es todo. Ahora bien, vamos a la anomalía. 
Para poder apreciarla habría que realizar un corte en la tierra para descubrir el perfil de las raíces y así encontrarse con esa, a simple vista, pelota gris. Sería preciso desenterrar la pelota para terminar de descubrir su morfología. Una vez despejada de toda la tierra negra, la pelota gris se manifiesta como lo que es: un niño dormido. Se trata de un pequeño y delgado ser, calvo, de piel tersa y gris. Hay dos atributos que pueden, hasta ahora, estar sonando a especulación, y estos son el de "niño" y el de "dormido". ¿Cómo sabemos que se trata de un niño? La prueba es la expresión de su cara, que denota claramente que aún no ha comenzado su vida. Es una expresión vacía, inocente y ligeramente animalada. ¿Cómo sabemos que está dormido? No lo sabemos, pues no respira ni muestra señales de vida. Pero no está muerto, pues su carne no presenta signos de descomposición. 
Una vez hicimos el ejercicio de desenterrarlo. Estuvo allí, tirado, al lado del árbol, por siete meses. Todo el invierno y parte de la primavera. Llegando los calores decidimos devolverlo a su lugar, debajo de la tierra, al lado de las raíces de aquel árbol anómalo.
Sabemos que es un niño, y sabemos que está dormido, y también sabemos que bien podría tratarse de una piedra, o de una malformación de las raíces.
Cada tanto vuelvo a esa casa y, por la noche, duermo. Y lo hago en una habitación cuya ventana da al jardín. Ya van tres veces que, en medio de la noche, siento que alguien tira de la sábana, y veo una pequeña silueta de expresión animalada a los pies de la cama. Las dos últimas veces me detuve a mirarlo. Parado a los pies de la cama, masticaba algo. Pude reconocer a un pájaro del tamaño de una paloma, descabezado, entre sus dientes, y un chorro de sangre que bajaba por su pera.
Pero yo no le presto atención. Es solo un niño que ha despertado y tiene ganas de jugar. Es un extraño niño que ha despertado de la siesta.