miércoles, diciembre 03, 2008

En muchos sentidos, un árbol es un objeto simétrico. Sobre todo si se establece el corte al nivel de la tierra. En la superficie, las ramas se estiran para acercar las hojas al sol, y de ese modo absorver la energía necesaria para llevar adelante el proceso de fotosínteses, es decir la digestión. Debajo de la superficie sucede lo mismo. Las ramas (raíces) se estiran para llegar al alimento. Un árbol, en términos esenciales, es lo mismo arriba y abajo de la tierra o, en todo caso, se repite con variaciones insignificantes. 
Pero existe un árbol que presenta una anomalía flagrante. 
En un lugar perdido de Florida Oeste, que ya de por sí es un lugar perdido, hay un árbol. En un jardín perdido de Florida Oeste, un triste jardín al que no va nadie, hay un árbol asimétrico en el eje horizontal. Y la asimetría se encuentra en lo que este árbol oculta.
Si se entra al jardín de día se lo puede ver bien al fondo, apoyado contra la pared medianera. Si se entra al jardín de noche no se lo puede ver, porque es de noche. De día, pues, es un árbol bastante común. Un poco doblado por el propio peso de su descuidada copa, pero eso es todo. Ahora bien, vamos a la anomalía. 
Para poder apreciarla habría que realizar un corte en la tierra para descubrir el perfil de las raíces y así encontrarse con esa, a simple vista, pelota gris. Sería preciso desenterrar la pelota para terminar de descubrir su morfología. Una vez despejada de toda la tierra negra, la pelota gris se manifiesta como lo que es: un niño dormido. Se trata de un pequeño y delgado ser, calvo, de piel tersa y gris. Hay dos atributos que pueden, hasta ahora, estar sonando a especulación, y estos son el de "niño" y el de "dormido". ¿Cómo sabemos que se trata de un niño? La prueba es la expresión de su cara, que denota claramente que aún no ha comenzado su vida. Es una expresión vacía, inocente y ligeramente animalada. ¿Cómo sabemos que está dormido? No lo sabemos, pues no respira ni muestra señales de vida. Pero no está muerto, pues su carne no presenta signos de descomposición. 
Una vez hicimos el ejercicio de desenterrarlo. Estuvo allí, tirado, al lado del árbol, por siete meses. Todo el invierno y parte de la primavera. Llegando los calores decidimos devolverlo a su lugar, debajo de la tierra, al lado de las raíces de aquel árbol anómalo.
Sabemos que es un niño, y sabemos que está dormido, y también sabemos que bien podría tratarse de una piedra, o de una malformación de las raíces.
Cada tanto vuelvo a esa casa y, por la noche, duermo. Y lo hago en una habitación cuya ventana da al jardín. Ya van tres veces que, en medio de la noche, siento que alguien tira de la sábana, y veo una pequeña silueta de expresión animalada a los pies de la cama. Las dos últimas veces me detuve a mirarlo. Parado a los pies de la cama, masticaba algo. Pude reconocer a un pájaro del tamaño de una paloma, descabezado, entre sus dientes, y un chorro de sangre que bajaba por su pera.
Pero yo no le presto atención. Es solo un niño que ha despertado y tiene ganas de jugar. Es un extraño niño que ha despertado de la siesta.  



2 comentarios:

atomÖ dijo...

El texto no es muy bueno, pero es algo, luego de un año tan fofo.

Kaki dijo...

que te fumaste?

mira si un texto genera algo es bueno, por lo menos algo bueno. y a mi este texto me genero escalofrio y eso es algo.

un saludo fofo