jueves, septiembre 18, 2008

No quiso bajar la vista para mirar la mesa. Un poco de pudor aún le quedaba. Por suerte el pucho ya le había anulado para siempre el olfato. Le había anulado también la función eréctil. Era impotente, y tenía un agujero en la tráquea. Una traqueotomía. Su voz era otra, eso que sonaba no era su voz. Muchas personas traqueotomizadas aprenden a hablar con cierta porción superior de la tráquea. La hacen vibrar manejando la presión de aire, y el sonido es como un retumbar lejano, como una demolición ocurriendo a la distancia. Como una demolición que nos dice algo, que le dice algo a alguien. El hombre traqueotomizado por fumador es la destrucción hecha hombre, es la demolición del yo físico, en pos de salvar al yo impulso o al yo muerte. Todas las elecciones favorecen a alguna de esas personas que uno es, y cagan a alguna otra (que uno es, y/o que es otro).

Hacía ya dieciocho años que vivía con eso. Hacía dieciocho años que no se moría. Y todos los días, entre las cuatro y las siete, cuando Marta se iba a la casa del fondo a visitar a la madre, él fumaba. Habiendo agotado ya todos los escondites de la casa, no le quedaba otra que salir a comprar en el momento de fumar. A las siete, cuando volvía, Marta revisaba toda la casa. Olía el humo que había quedado, pero no había pruebas para incriminarlo
Apagó el pucho, entonces, y no se animó a bajar la vista para mirar la mesa, por el poco pudor que aún conservaba. Miró, si, la última voluta de humo desaparecer en el aire, con la heladera de fondo. "Yo no me voy a morir nunca" pensó medio sin pensar en palabras, es decir, sintió con el pensamiento. Se puso de pie y se fue al cuarto. 
En el cuarto, recostó su corpulencia y encendió la tele. Muy poco tardó en dormirse.
El primer sonido, luego, fue una propaganda de Garbarino. Una notebook a 2100 pesos, y un seca-lavarropas en cómodas cuotas. El segundo sonido fue un silbido. El tercero fue el agitarse de las colchas. El cuarto fue una tráquea intentando vibrar, emitiendo un grito imposible, el sonido del derrumbe de una vida, el derrumbe de ese organismo tan humano, más que humano, por ese desafío compadrito a la naturaleza. El quinto sonido fue un profundo silencio. Y listo.

Minutos antes: 
Entró por la rendija del ventiluz y pegó una vuelta carnero en el aire. Reconoció una figura sibilante que se movía allá abajo. Voló, se arreboló, con la luz del sol desde el ventilúz pegando en sus hilos blancos, en sus blancas alas. El ventilador de techo afectó su vuelo. Generó una turbulencia inesperada que lo llevó, blanco y algodonal, hacia la mesita de luz. Luego una corriente proveniente de la ranura de debajo de la puerta lo volvió a encaminar. Allí se dejó caer, plácido, para sentarse en ese cómodo hoyo de la muerte. La mucosidad proveniente del interior no tardó en mojarlo y en entumecer sus hebras. Enseguida se transformó en una bolita blanca y húmeda. Enseguida se transformó en un asesino.

Minutos antes:
Marta, charlando con su madre, entre camisa y camisa que se llevaba para planchar y adelantar lo de la semana, vio entrar volando un panadero por la puerta que da al zaguán. La inclinada luz de la tarde hacía brillar sus alas de cabello cano. Lo tomó con las puntas de sus dedos y empezó a pensar un deseo. En ese instante olió un remoto olor a cigarrillo. 
-Viejo de mierda- pensó, pidió un deseo, y sopló el panadero.  

lunes, septiembre 15, 2008

viernes, septiembre 12, 2008

A day with mom.

Loving Madness.

jueves, septiembre 04, 2008