El tiempo de la enunciación es muchas veces una desición emocional.
Sus manos temblaban, producto del Tranquinal y el Somit. No todo cóctel funciona en todo paciente.
Su cara lucía desencajada, de una flacura violenta, intentando una sonrisa de ultratumba.
Su alma estaba escondida, dormida, dolida, en el fondo del pozo de sus ojos.
Su alma estaba irreversiblemente quebrada. Amputada de un hijo. Todos nosotros amputados de él.
Su ser vibraba vulnerable a los antojos del mundo.
Pero ella es así. Ella cicatriza. Lo hace como puede pero lo hace. Sus cicatrices son desprolijas pero siempre se cierran. Ella no sabe como manejar el dolor, así que lo maneja a las trompadas. Lo caga bien a palos, se calza sus calzas fucsia y sale en bici por el conurbano.
Ella es de acero. Debería serlo un poco menos. No se si tiene alternativa. Demasiados golpes para otros materiales. Pero cuidate, che. Porfavor.
La quiero, la admiro, la sufro, me preocupo, me divierte, me apabulla, me quiere sin condiciones, la quiero sin condiciones.
Solo deseo que lo pretérito se mantenga así.
Y quiero hablar con ella sobre el futuro.
Quiero verte bien. Feliz, o al menos contenta.