Quien mal anda, mal acaba.
Rodrigo está seguro de esto. Estuvo seguro de esto toda su vida. Por eso siempre lo preocupó su renguera. No por cuestiones superficiales como el ridículo estilo de movimiento que producía su caminar. Ni mucho menos por la diferencia temporal en sus traslados respecto de cualquier ser humano sin renguera. Rodrigo ya sabe muy bien con cuanto tiempo debe salir de su casa para llegar a tiempo a todos lados, y encara la vereda con absoluta parsimonia.
Lo que siempre preocupó a Rodrigo al nivel de la angustia fue eso, que quien mal anda, mal acaba.
Y por eso, antes del éxtasis, siempre la saca y se detiene, mientras simula un orgasmo frecuentemente sobreactuado.
Días y días observando a musculosos, brillosos y artificialmente apasionados actores de gran pene acabando sobre sus siempre rubias y plásticas compañeras. Esa es la única acabada que Rodrigo conoce y, en consecuencia, es la única que tiene de referencia para actuar sus orgasmos.
Muchas noches sueña febriles pesadillas en las que de su pene salen sustancias putrefactas, víboras venenosas y espíritus del mal.
En pocas palabras, Rodrigo tiene un mambo con su guasca.
El problema es Romina, tan bonita. Con sus rulos y sus tetas de abundancia exacta.
El problema es Romina con su boca hábil, con sus muslos fuertes y ese lunar tan especial, tan de putita, tan de cliché de putita.
Rodrigo bombea feliz y preocupado. Si, se la está cogiendo a Rominita. Si, le da chupones en la boca e incluye en ellos a ese lunar de putita. Si, tiene allí esas tetas, para él, para tocar y amasar y disfrutar. Pero teme.
Y bombea. Bombea feliz. Bombea en control. Bombea pero sabe cuando parar. Quiere saber cuando parar. Para lograrlo imagina el olor a podrido de su guasca.
Entonces, en medio de uno de estos extravíos mentales, la ve, le ve la boca, le ve los dientes de arriba y le ve el labio de abajo, mordido el labio de abajo por los dientes de arriba. Eso es todo.
Acaba. Acaba preocupado. Saca el pito apurado y corre al baño. Ella queda sorprendida tendida en la cama.
En el baño quita el forro y huele. Nada. Solo guasca y latex.
Digamos entonces que Rodrigo no acabó bien esta vez, pero es la última. Si, acabó preocupado y salió corriendo. Un polvo de mierda. Pero pudo vivir esta revelación que tanto necesitaba: no hay nada malo en su acabada.
Quien mal anda, mal acaba. Hay que ver, entonces, si ser rengo es andar mal.
miércoles, agosto 08, 2007
Amputado por atomÖ a la/s 8:51 p. m.
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1 comentario:
Y anoche PAlermo estana lleno de hombres rengueando.
Tati.
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