miércoles, junio 28, 2006

A esta hora de la mañana los reflejos funcionan a la mitad de sus capacidades.
Párase al borde del estribo y observa el pavimento del andén que se desliza rápidamente debajo de sus pies. Mira la punta de su zapatilla izquierda y vuelve a los 35 pesos que le dolieron y, la puta madre, ya empezaron a despegarse.
Llega tarde, cosa usual a esta hora. Por eso se arroja del tren en movimiento.
Toca el piso con un golpe seco, corre unos pasos, y allí siente como un aire amargo en la boca, como una bocanada de oscuridad que se le incrusta en las papilas gustativas.
Yo les explico.
Ese mismo muchacho, en otra de las infinitas realidades, tropieza desafortunadamente y muere en este mismo episodio.
Ese gusto amargo fue solamente un poco del sabor de la muerte que se filtró a esta realidad en la que él simplemente baja del tren en movimiento, pega una corridita y llega tarde a su trabajo .

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