33.868.776.
Salta de dos en dos las baldosas de granito.
No las salta. Piensa que las salta y mira por la ventana hacia el patio. La baba en la comisura no es más que el producto de su concentración.
Para el ojo desavisado esa baba sería un signo de deficiencia mental, o de locura. Pero no, no crean. Está concentradísima. Cuenta en su cabeza los segundos sin habla. Cuenta los segundos a un ritmo que ya es interno, ya está incorporado a su ritmo vital.
Algunos dicen que entró en estado de shock, pero ella sabe que es solo una cuestión de tiempo.
33.868.782 segundos desde aquel momento.
La proximidad con la concreción del objetivo le trae recuerdos. Son recuerdos desprolijos, borrados por el tiempo, por ese tiempo que ella juzgó tan necesario, y al que dedicó toda su concentración durante casi catorce meses.
Ve difusamente la cara del hombre. Ve difusamente su arma. Siente algún resabio de lo que fue aquel miedo. Pero el tacto es lo que más recuerda. Recuerda la barba rasposa del rostro del hombre. Recuerda el frío del cuchillo contra su estómago y... vuelve. Casi pierde la cuenta. 33.868.794.
Se permite una última excursión hacia ese pasado, y vuelve exactamente al momento clave. Fue la oportunidad que definió su destino. Lo primero que vio fue el color del rostro del hombre: Rojo. Luego percibió cierta hinchazón en toda la cabeza, y una sutil línea hundida en torno al cuello. La cadenita. Apresurada, hace casi, pero muy casi, catorce meces, huía de un reciente cautiverio luego de ser soltada por el hombre, y utilizaba su mano para asegurar que la cadenita siguiera enganchada en el clavo de la pared, estrangulándolo.
Lo que sigue es imaginable. Lo que sigue es el silencio. Exactamente 14 meses de silencio. La justicia de la naturaleza. Una muerte. Eso había sido. Una muerte. Necesitó el silencio de 14 meses, de 33.868.800 segundos.
Ahora cualquier impulso culposo ha quedado borrado. El tiempo y el silencio lo curan todo.
-33.868.800- dice incorporándose y secando la baba de la comisura de su labio.
-¿Que?- Dice la gorda enfermera interrumpiendo su programa de chimentos.
-Me voy al patio- Dice, y sale a saltar baldosas de dos en dos.
jueves, junio 15, 2006
Amputado por atomÖ a la/s 6:53 p. m.
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