viernes, mayo 26, 2006

Circula ondulante por el sinuoso conducto. Ha sido solo un golpe eléctrico. Ve, no debería. Siente calor, no debería. Oye, no debería.
Circula por el conducto. Eso es algo que ahora sabe. Muchos antes que él lo han hecho sin saberlo. Porque ellos no saben. Esta es una excepción rarísima.
El alrededor es como una procesión de peces esclavos. Es como una marcha de rojos peces nadando en el fluido continente camino hacia la muerte.
Nadan chocándose. Nada chocándose contra sus iguales y las paredes.
En uno de los choques contra la pared del conducto, queda detenido por una materia amarilla y viscosa. Divisa una masa violácea a través de la transparencia de la pared del conducto. El sonido rítmico, la vibración convulsiva. El sonido del corazón amplificado se parece al paso firme de un mastodonte. Adherido a la pared, escucha. Los pasos mastodónticos suenan en evidente aceleración.
Logra desprenderse de la materia amarilla y continúa su viaje.
Ahora sube. Siente su peso. Siente gravedad. Ahora el sonido cercano sigue siendo rítmico, pero cambia su desarrollo en el tiempo. Ya no son pasos, ahora es como el sonido de la hoja de una guadaña siendo afilada. También en clara aceleración.
Sigue subiendo.
Sigue acelerando su nado.
Repentinamente, a lo lejos, divisa una fuerte luz. EL conducto se va afinando progresivamente. El fluido continente se acelera y sus iguales sin ojos avanzan como balas, como ciegos centinelas a cumplir su tarea.
Llega al final del conducto y algo lo detiene. El deber lo detiene.
Además de él, los demás y el fluido continente, percibe una sustancia viscosa y transparente. Divisa luces y grandes objetos. Divisa nebulosas. Su estado de conciencia, este milagro irrepetible e inadvertido, va llegando a su fin.
A medida que muere le van creciendo brazos. A su alrededor mueren sus iguales del mismo modo. El abrazo va conformando una rugosa costra rojiza. Mientras más mueren más se abrazan.
Se deja ir. Se deja abrazar por el conjunto. Se deja morir. Se deja matar por el grupo, por la costra, por la cosa conjunta que forman de a muchos.
Lo último que siente es algo parecido a la tristeza.

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