martes, marzo 31, 2009

Venía trabajando desde hacía horas en la computadora, a un ritmo frenético y sin pausa, agarrotando mi espalda y entumeciendo mis manos que ya eran garras a esa altura de la noche, que bien podía ser noche o día o tarde, porque el tiempo adquiría otras extrañas dimensiones en esos momentos de tanto trabajo. Siempre corriendo tras ese proyecto de joven exitoso. Una tempestad de autoexigencias erigidas como mástiles y estandartes, elevadas como horizontes claros y diáfanos en el campo de batalla de la vida.

Y de repente, en un momento de esa noche que bien podía ser día o tarde o mañana, me detuve. Un fuego blanco y helado abrazó mi cabeza y paralizó mis manos en medio de la palabra "pasillo", que, gracias a ese fuego, a esa abrasadora claridad, sólo llegó a ser "pas". El dedo mayor de mi mano derecha quedó congelado sobre la letra "i" y el anular, un poco más elevado, sobre la "l". Mis ojos se clavaron en un espacio de interlineado 1,5. Quedé congelado. El zumbido de la computadora era lo único que mantenía una relación notoria con la dimensión tiempo. Todo lo demás, podía ser una foto. 
En ese momento, en medio de la palabra "pasillo", con las garras dispuestas a atacar el teclado y la cabeza yendo más rápido que la cabeza, un vacío oscuro me subió por la garganta. Trepó por mi tráquea clavando sus garras y, una vez arriba, al llegar a mi boca, escapó de mí bajo la forma de una pregunta: ¿para qué?

domingo, marzo 29, 2009

Ejercicios inútiles.


Caminar extremadamente despacio, cual octogenario, con pasitos cortos y lentos, para experimentar la decrepitud.

Cerrar los ojos por un rato largo para experimentar la ceguera.

No utilizar las manos para experimentar la mutilación.

Recostarse en algún punto aleatorio de la casa, para experimentar la visión del mundo desde ese punto infrecuente.

Apoyar la oreja contra una de las paredes del baño, para aprehender la vida de las paredes.

Hacerse un análisis de orina de veinticuatro horas, para determinar con exactitud la cantidad exacta de pis que uno excreta en un día. 

Cortarse las uñas de los pies y juntarlas en un puñadito, para determinar la cantidad de uña que uno produce en determinado lapso de tiempo.

Y otros. 

lunes, marzo 23, 2009

Uno pierde toda esperanza en este mundo cuando

escucha a Miguel del Sel rapeando en el espectáculo de los Midachi.

martes, marzo 10, 2009

Todo tiene un límite, y a veces uno lo pierde de vista. Tampoco es cuestión de andar en pelotas por la vida.

sábado, marzo 07, 2009

A veces los críticos literarios o los mismos escritores hablan de un estilo de escritura "cinematográfico" (dando la pauta de lo poco que saben de cine). "Tenés un estilo muy cinematográfico" dicen. Blah. Y eso es visto como una cualidad positiva en el estilo del escritor.

Por otro lado, cuando yo escribo un guión muchas veces me dicen cosas como que está bueno, pero es un poco demasiado literario, o que hay mucho diálogo y que la palabra no es algo propio del cine. 
O sea, un escritor con estilo cinematográfico es algo bueno, un cineasta con estilo literario no. Un escritor puede escribir con imágenes, y un cineasta no puede filmar palabras. No me rompan más las pelotas con esas giladas de que la ausencia de diálogo es una virtud en una película. 
Y eso es todo por hoy.