jueves, julio 17, 2008

Para contar cosas que ya se saben, mejor no contar nada.
Nadie sabe que todos los martes a la madrugada, día y hora en la que, por alguna razón, el tráfico de buques por los canales del Riachuelo se hace más escaso, él asoma desde las aguas sus ojos amarillos y disfruta de un momento de intemperie. En invierno, esa intemperie le corta los ojos de frío. Hay algo en esa mezcla entre frío, metal pesado y mierda que le da al viento una cualidad cortante. El aire de cromo le corta los ojos. Su frente, si es que puede ser llamada de ese modo, concentra una escarcha mínima y aceitosa que él cada tanto rompe arrugando la piel. En verano, los vapores en su expresión más sublime, dibujan volutas multicolores y hediondas que llenan de color su noche. Un espectáculo.
Luego, a eso de las cuatro, sea invierno o verano, cierra los ojos inspirando una bocanada más y regresa a su negro y aceitoso universo.
Allí vive sus días, entre noche y noche. El día no existe en las profundidades del Riachuelo. Allí pasa sus días, recordando la nada, pues el negro es nada, y todos sus recuerdos están teñidos de nada.
Hoy se asomó como muchos otros martes y divisó a lo lejos, allá arriba, sobre el puente, una luz en movimiento. Cada tanto en estas noches divisa a lo lejos alguna luz que le llama la atención. En seguida reconoció el colectivo de la línea 12. No lo reconoció como colectivo ni reconoció el 12, pues él no sabe qué es un colectivo ni qué es el número 12, ni mucho menos como se representa éste de manera gráfica, es decir el 1 seguido de un 2, sin que medie espacio entre ellos. Reconoció, entonces, cierto objeto lejano y familiar. Pero esa noche el 12 tenía algo distinto. En una de las ventanas, que él no reconocía como ventana por no haber conocido nunca una ventana y por no pertenecer a un mundo en el que la ventana es un objeto de uso y por lo tanto un concepto suceptible de ser abstraído y extrapolado a otros objetos de similares características, la vio. Dormía. Dormía apoyada sobre el vidrio de la ventana, pero de repente ya no. Se despertó, y miró, y miró tierra adentro, y miró hacia el río, y puteó. De algún modo extraño él entendió que ella puteaba, o algo similar y/o equivalente en su mundo. Ella, entonces, puteó y se paró, y después se bajó.
El quiso acercarse. Sumergido, reptó por ese fondo de baba y sangre negra hasta llegar a la orilla. Asomó sus ojos amarillos y vio dos formas rojas que se movían rítmicamente. Dos piernas. Eso él sí lo entendía porque, a su manera, también tenía piernas. Ella caminaba extraviada. El sabía mucho de extravíos. Ella, entonces, caminaba extraviada hasta que llegó demasiado cerca del agua. Atolondrada, entre tanta oscuridad en esa madrugada espantosa, metió la pata en el agua. Él, ansioso de conocer algo más allá de su propia piel, que es el agua negra, la tomó de la botamanga fuertemente. En un movimiento brusco, ella se soltó y volvió a putear. El se dio cuenta de que ella puteaba.
La vio irse y se fue sumergiendo nuevamente bajo la superficie aceitosa, bajo esos hermosos arcoíris de la muerte.
Él a veces sentía que lloraba, pero como lo hacía bajo el agua nunca podía estar seguro. Esta vez pensó que tal vez su llanto era constante, que tal vez sus ojos soltaban lágrimas sin pausa, elevando insignificantemente el nivel de esa agua mala. Tal vez, depende de como uno lo piense, unas gotas de pureza derramaba él dentro de tanto veneno.
Es así. El amor.

5 comentarios:

Words Unspoken dijo...

�l a veces sent�a que lloraba, pero como lo hac�a bajo el agua nunca pod�a estar seguro...

Menos mal que volv�s..

Y sobre el otro post para mi que Spilberg es re facho (?)

B

atomÖ dijo...

gracias por el piropo, rubia. Y sobre todo, gracias por volver después de tanto tiempo.

Spilberg es facho sin duda, pero bajo una cáscara de correctitud política. Es como la onu. yo busco a uno que se la banque. En realidad ya encontré uno: Iorio. groso exponente.
Beso.

Kaki dijo...

hola, dicho sea de paso, yo tambien soy rubia (?)

quería decir que este pequeño relato me hizo acordar a una canción que se llama Riachuelín y que tocaba un grupo que conocí en bs as que se llamaba Carmen, creo que ya no existen mas, pero eran lindas las canciones.

del amor no me puedo explayar mucho
saludos

Anónimo dijo...

yo soy un poco como una julietita, parece. pero de toda la vida. o como una princesa sin príncipe, también.

Anónimo dijo...

No sé si estará pensado así o no, pero este podría ser la segunda parte de "La difunta".