domingo, abril 27, 2008

Colmo

Ayer escuché a un ejecutivo de Disney cuestionando al campo por sus ganancias extraordinarias.
Muchachos, busquemos al diablo donde realmente está.

lunes, abril 14, 2008

La difunta

Juana despierta y se descubre dormida. Se sobresalta y apenas logra incorporarse un poco cuando siente el peso de Ignacio sobre el pecho. No quiere despertarlo. Cuesta tanto dormirlo a éste. Por suerte los otros están todos en el colegio ahora. El Jonathan fue el más tranquilo de bebé. Y eso que fue el primero y lo sacaron con fórceps. Lourdes y Gilda salieron medio gritonas, pero como eran mellizas dieron menos trabajo. Se habían cuidado bien entre ellas. Pero Ignacio, este pendejo, es el peor. Por suerte ahora duerme. Juana no quiere despertarlo. Guarda la teta y lo deposita suavemente sobre la cama, evitando el agujero de la sábana para que, si se caga, por lo menos no manche el colchón.
Juana camina hasta la estufa. Diego, su marido, siempre le advierte que no se acerque demasiado porque es peligrosa. Después de todo se trata de un cable pelado atado a un ladrillo. Juana lo mira y decide desenchufarlo. Le da desconfianza ese cable pelado. Lo desenchufa y camina unos pasos. Mueve una chapa que tapa la visión del exterior. Afuera, el mismo paisaje de siempre: El piso de basura, metros de basura hacia abajo; el río malo abajo, ese río negro que casi no se ve, pero se huele hasta con la piel; y más allá, enfrente, en Avellaneda, otras casillas iguales a la suya. Juana mira el cielo gris y tenso. Hay un silencio de esos que hay por acá. Uno de esos silencios bien llenos de ruidos: barcos, gritos, tiros, perros. Repentinamente, suena un trueno y el resplandor del relámpago la asusta. Suelta la chapa y gira mirando a Ignacio. Este pendejo llora mucho, pero cuando duerme, duerme. El ruido de la lluvia densa sobre las chapas se hace cada vez más continuo. Juana se recuesta en la cama, al lado de Ignacio.

Siente un frío en la nariz y se despierta. El agua negra ha llegado al nivel de la cama. Ignacio llora desconsoladamente. Mientras lo toma en sus brazos y se para caminando por el agua, Juana recuerda la estufa de ladrillo. Menos mal.
Camina hacia la puerta del rancho y, cuando la abre, ve a unos cien metros un paredón de agua que se acerca con violencia. Quiere cerrar la puerta, pero no llega a hacerlo. Siente un golpe muy fuerte en todo el cuerpo y una gran masa de líquido viscoso que la envuelve. Se aferra a Ignacio con todas sus fuerzas. La corriente los sacude caprichosamente. Juana abre los ojos y siente un fuerte ardor. Ve todo negro. Siente un fuerte golpe en la espalda. El dolor es tan intenso que su cuerpo se apaga. Lo último que siente es la pequeña mano de su hijo aferrada a su pulgar.

Un llanto lejano la despierta nuevamente, un llanto apagado por la distancia y por el denso fluido acuoso.
Juana siente la corriente arrastrando su cuerpo, en la profundidad de ese río negro. Siente un dolor punzante en la espalda, y una sensación de somnoliencia. Quiere despertarse, pero ese dolor en la espalda, tan real, le sugiere que despertar es ya imposible.
Intenta nadar. No puede. Sus miembros no responden. No siente su cuerpo, salvo por ese insoportable pinchazo en la espalda. Hace un gran esfuerzo por reconocer su cuerpo. Mira hacia la derecha y ve su brazo sin vida moverse con los caprichos del agua. Mira hacia la izquierda y no ve nada. No hay brazo. Hay un hilo rojo y una sensación de ausencia. El llanto lejano se va haciendo cercano. La fuerte corriente la arrastra. Hay un adelante hacia el que ése cuerpo muerto se aproxima. Juana, finalmente, acepta la muerte de su cuerpo. Se deja ir.
Ahora siente que avanza. Piensa en muchas cosas, pero sobre todo en una muy importante: hace rato que no respira. Ni lo intenta. Piensa en Ignacio. Decide no pensar en Ignacio. Le dice adiós y se deja llevar.
La corriente se va haciendo cada vez más débil. Juana siente que se va deteniendo. Siente un cascote que le raspa el mentón. Siente que su cuerpo se detiene sobre la playa de cascotes, y ahora es sólo un leve oleaje lo que lo mueve. Reconstruye en su mente ese lugar, esa playa ruinosa frente al polo petroquímico. Piensa que no quiere que sea ese su último pensamiento. Buscando otro, no piensa más.

Desnudo sobre las ruinas de la playa, Ignacio mira la nuca de su madre y mira su cabello moverse con el oleaje del río marrón. Para de llorar, inspira fuertemente el aire frío de esa costa tóxica y entiende algo que aún no puede poner en palabras.

martes, abril 08, 2008

Dos semanas

Ya pasaron dos semanas, ya pasaron otras dos, y tal vez un poco más, y nada.
Vuelvo todos los días a esta pantalla negra a ver si me sale algo. Pero nada. Nada de nada.
Solo se me ocurre enumerar eventos y mi posición dentro de ellos.

La situación campo-gobierno me encontró en medio del sambuich, queriendo opinar una cosa y opinando otra, dándome cuenta de que todo lo que uno siente como ideología propia tiene mucho de prejuicio, y que la construcción de cualquier postura frente a los hechos políticos implica siempre transar con algún indeseable.

Estamos arreglando un piso en casa. Es mi primera obra como dueño de casa, y quiero decir que se siente muy lindo. Ver como la cosa crece día a día, y los proyectos sobre ese espacio específico van creciendo y cambiando y brindando alegría.

Estoy muy cerca de filmar el cortometraje "La loca Matilde". Si todo sale bien, actuará en él un talentoso y popular actor. Una verdadera bendición de Dios (o sea Matilde).
Por otro lado, el proyecto macrista de demoler el Moyano cambia mucho el panorama. Voy a tener que realizar una reescritura veloz. Los peligros son muchos en cuanto a lo estético y a lo ideológico. Warning!

Empecé el taller de Laiseca (ayer). Por ahora viene fofito, pero seguramente se va a poner bueno cuando empecemos a llevar nuestros materiales. De todos modos, vale la pena ir aunque más no sea para escucharlo leer algo. Es que lo hace tan bien.

Bueno. Ya se que este post es una mierda, pero lo pongo como para aceitar un poco la vuelta.
Pensé hace unos días que este podía ser el final de "Muñón". Y esta mañana me di cuenta de que soy yo quien lo decide.
Prometo mejores cosas.

Bienvenidos nuevamente.